Me entristece el hecho de colocar el tema en la agenda como un tema de demanda social cuando no lo era, al hecho de convertirse en la élite europea de la eutanasia siendo de los últimos en cuidados paliativos, y al hecho de dejar que entre e impere lo ideológico.
Ahora bien; estoy seguro de que todo el mundo puede entender que quien pide la eutanasia no pide dejar de vivir, sino dejar de sufrir. Sufrimiento que aparece en forma de dolor físico, de soledad, de sentirse carga para otros, etc. Lo cierto es que hay otros caminos mucho más dignos para el enfermo, para sus seres queridos y para la sociedad en que viven, para atender y atajar esos sufrimientos. Pero ¿qué pasa? Que son más caros o suponen más esfuerzo y sacrificio de parte del resto. Y claro ¿acaso merece la pena un esfuerzo económico o personal por alguien que quizás ya no sea productivo?
En la base de todo esto, no deja de haber una ideología disfrazada de “libertad”, cuando en el fondo no es más que una opción meramente egoísta y caprichosa. La motivación última no es un “cada uno es libre para elegir si quiere morir” sino un “yo quiero vivir mejor”, despreocupándome -a base de leyes- ante el conflicto moral entre quitar la vida a alguien y la necesidad de hacer alguna renuncia de mi tiempo o mis dineros por cuidar a otros. Y esta primera persona alude, no tanto a familiares y seres queridos de la gente que sufre -que bastante tienen con lidiar con la enfermedad-, sino a una sociedad que, como colectivo, opta por no afrontar los dramas a base de quitarlos de en medio.
Es la propia sociedad la que plantea: ¿Por qué voy a tener que renunciar yo a mis planes, a mi tiempo, a mis “disfrutes” por tener que cuidar o acompañar a alguien que lo está pasando mal? Ante esta convicción egoísta, si para ganar en comodidad he de apagar mi conciencia que me llama a cuidar de mi prójimo ¿qué mejor manera que convertirlo en una ley que me deje tranquilo? Muy cómodo, muy egoísta y muy indigno del ser humano.