El problema, a mi parecer, es la profesionalización del deporte devorado (como tantos otros ámbitos de la vida) por el ansia de hacer de todo mercancía, y mezclar valor y precio.
La cuestión es el poder de los grandes, que pasan por encima de los pequeños como apisonadoras.
El asunto es que los abismos económicos tienden a ensancharse.
El problema es que esto no es deporte y se ha convertido en un negocio.
««Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»»
(Mt 20, 25-30)