La experiencia de haber celebrado la Semana Santa con la comunidad parroquial (el año pasado celebré sin pueblo) me ha acompañado en la oración en estos días y me ha ayudado a iluminar muchas de las situaciones difíciles que nos toca vivir y acompañar en estos meses aún de pandemia. Y me sigo preguntando cómo se puede atravesar el umbral de la muerte, cómo se puede vivir este acontecimiento, sin la fe en que al otro lado brillará la luz perpetua.
Por ello, doy gracias al Señor por poder vivir este tiempo de pandemia y de Pascua desde la fe y con vosotros. Puesto que, pese a que no ahorre el sufrimiento como a veces querríamos, lo cierto es que el Señor resucitado lo ilumina todo, enjuga nuestras lágrimas, y nos pone en el camino de la esperanza.