Últimamente se escuchan mensajes de tipo: «hay una nueva persecución religiosa», «están deseando acabar con todo lo que suene a cristiano», «vivimos ataque terribles a la libertad religiosa». Y también: «la Iglesia solo tiene privilegios», «los curas son unos pervertidos», «la Iglesia vive del Estado», etc.
Somos españoles y da la impresión que forma parte de nuestro ADN el que se den posturas y opiniones extremas. Parecería que en España no hay personas de derechas y personas de izquierdas, sino que lo que hay son rojos y fachas. En lo referente a las creencias religiosas, aparentemente, no hay personas creyentes, agnósticas y ateas, lo que hay son meapilas y comesantos, descreídos e impíos. Y dentro de la Iglesia no hay personas que tienen una sensibilidad más pronunciada en esta o aquella dirección, lo que hay son herejes o carcamales. Desaparece el matiz, la capacidad de ponernos en los zapatos de la otra persona y de intentar comprenderla.
En España hay muchas personas que relacionan cristianismo con franquismo, con privilegios de clase social, con manipulación, con autoritarismo… Y, correlativamente, no pocas personas relacionan el ámbito de la izquierda con quema de iglesias, asesinatos de religiosos, abolición de la libertad religiosa… Evidentemente la Iglesia española cerró filas con el franquismo en y tras la Guerra Civil; no menos evidentemente la década de los años 30 en nuestro país fue testigo del odio visceral y con asesinatos, a la Iglesia y a sus representantes.
Creía que esto estaba superado pero, por los motivos que sean parece que las heridas estaban menos cerradas de lo que parece. El abrazo de entendimiento y de futuro que supimos darnos los españoles en la Transición (ahora que se habla tanto de ella) parece que hoy está puesto en entredicho por personas de ambos extremos.
¿Es tan difícil salir de nosotros mismos e inventar el milagro de un territorio en común? ¿Podemos presentar nuestra fe, CON NUESTRA VIDA, de tal manera que se nos perciba como lo que es verdaderamente un cristiano, es decir un amante de la vida, de la justicia, de la igualdad, de la libertad, de la humanidad? Con humildad tendremos que preguntarnos también ¿qué hemos hecho tan mal como que, para mucha gente, los cristianos seamos vistos como retrógrados, enemigos de la libertad, intransigentes…? ¿Es que acaso no hay cristianos que votan a TODOS los partidos políticos de nuestro arco parlamentario?
Y también, más de un «progresista en-castado» debería preguntarse si no estará criticando «de memoria y desde el pasado», si no estará difamando injustamente la labor de la Iglesia, que es mucho más que tal o cual obispo, que tal o cual creyente… ¿Nos ponemos a juzgar a los partidos políticos por lo que dicen alguno de sus miembros más extremos? ¿Nos ponemos a juzgar la coherencia no solo de los curas, sino también de los políticos (o españolitos de a pie) que más hablan, sobretodo por televisión? ¿Cuántas vidas de sacerdotes reales conocen algunos «anticlericales de salón»? ¿Alguno de los que habla entre sonrisas de «monjitas» sería capaz de aguantar (sí aguantar) el ritmo de trabajo de tantas RELIGIOSAS (no monjitas ) que están atendiendo, gratis et amore , sin pedir partida de bautismo a nadie, a tantas personas que les son remitidas por los servicios sociales de tantos ayuntamientos? ¿Conocen las circunstancias en que están viviendo en estos momentos? ¿Saben lo que están haciendo esas religiosas o religiosos, en el ámbito de la trata de seres humanos, de la acogida a los emigrantes, de la educación y de la sanidad de los más pobres? ¿Alguno de los que tanto critica pertenece a una institución que tenga una programa de servicios de atención a los últimos de la sociedad como la que tiene la Iglesia?
Vuestro párroco