En el cristianismo el camino de la privación, del ayuno, de la abstinencia suman un elemento realmente enriquecedor. No nos privamos de algo para quedar más limpios y estar en paz solamente, no ayunamos para engrosar nuestra capacidad de resistir, no hacemos abstinencia para demostrar el poder de nuestra voluntad; esto sería narcisista.
La privación la hacemos para encontrarnos con Cristo en los demás, en especial, con aquellos que hacen ayuno, abstinencia y son privados del alimento diario a causa de la injusticia. De esta manera, libres de lo accesorio y disponibles en sentido profundo, entramos en contacto con el prójimo.