Me llegaba al teléfono, en un mensaje, la foto de una joven que se ha hecho famosa en un acto de exaltación del fascismo, en el que echaba la culpa de los males actuales a los judíos. Hace varios días también detenían a un rapero que se ha hecho conocido a nivel mundial por las agresiones físicas cometidas y las salvajadas que ha dicho y no por la calidad de sus canciones. Dos ejemplos que no son representativos de la sociedad y que, sin embargo, han logrado alterar los Informativos y han entrado en el Congreso de los Diputados, como si fuera el mayor de nuestros problemas.
¡NO! No es una cuestión de libertad de expresión o de enaltecimiento de la violencia, porque hay leyes y hechos de las personas, que hablan por sí solos y lo contrario es dejarse llevar por la ideología. Quizás lo más problemático no sean ni el uno ni la otra, pues descerebrados los hay en todos los lugares. El problema es que hay una masa de borregos dispuestos a seguirles cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Sin embargo, lo más triste no es eso, sino que el borreguismo es pastoreado por tuiteros con cargo político que sacan tajada de la polémica, y cada día se acuestan tranquilamente con la vida resuelta mientras disfrutan de cómo otros se sacan los ojos por una causa que no merece la pena.