La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no es una devoción boba e ingenua; ya diría Santa Teresa de Jesús “de devociones bobas nos libre Dios” (V 13,16). No desdeñemos esta devoción que tiene su origen en el corazón traspasado de Cristo (Jn 19, 31-37). Devoción que creció en el medioevo, inició su culto más ferviente en el siglo XVII con Santa Margarita María de Alacoque quien, acompañada por el jesuita San Carlos de la Colombiere, escucharía “¡He aquí el Corazón que tanto ha amado a la humanidad!”. Esta misma devoción ha llegado hasta nosotros por la fe que nos han heredado nuestros padres y abuelos. Dejémonos conducir por esta sabiduría de nuestros ancianos quienes, como dice el Papa Francisco, nos comparten “su experiencia y su capacidad de ‘razonar’ con el corazón”. Y aunque podamos afirmar ingenuamente que, ‘se razona sólo con la cabeza’. No, no es verdad: ‘se razona con la cabeza y con el corazón’. Es una capacidad que podemos desarrollar y una gracia que estamos invitados a pedir: ‘la capacidad de razonar con el corazón’; pues cuanto más cerca estamos del corazón de Jesús, más capaces somos de sentir compasión.